“Nuestra sonrisa tiene un gran poder”
Gyetrul Jigme Rinpoche
Podemos regalar muchas cosas, desde aspectos materiales, como palabras amorosas, abrazos cálidos, miradas sinceras y hasta nuestra sonrisa. Estamos acostumbrados a elegir cosas tangibles para dar a los demás, o sentimos que no regalamos nada. Dar generosamente sin esperar nada cambio, es una de las características del Bodhisattva, estos seres que ayudan a que los demás se liberen del sufrimiento y alcancen así la felicidad.
En el budismo esta imagen suele aparecer en diversas figuras, que a veces podemos observar como seres inalcanzables que son una especie de ángeles. El objetivo es poder sentirlos cercanos y cultivar las virtudes que nos proponen, como la compasión, la generosidad, la ecuanimidad, la felicidad compartida, la benevolencia, la bondad, el amor hacia los demás y la alegría. Un Bodhisattva es la imagen pura de la compasión, puede conectar de forma auténtica con los seres y sentir realmente un anhelo de que estén bien y libres de sufrimiento.
Esto parece tarea de los seres iluminados y no de un humano común y corriente, ¿a que sí? Creemos que las cualidades de los ángeles y seres similares sólo están en los libros y las pláticas espirituales; pero si nos ponemos a pensar en todos los maestros que se han iluminado, como por ejemplo Siddharta Gaumata o Jesús, vemos que antes de alcanzar la iluminación fueron humanos como nosotros. ¿Qué los hizo distintos? Algunos dirán que Buda era un príncipe y Jesús el elegido por Dios, pero la realidad es que lo que hicieron distinto a los demás fue la práctica. Practicar cada día la generosidad, la compasión, la paciencia, la ecuanimidad; ser para los demás.
Nuestra mente tiene la capacidad de crear o de destruir; podemos tener pensamientos que nos atormenten y nos conduzcan a la amargura, a la intranquilidad, la depresión, la ira, la venganza, a la desconexión con los demás y con el entorno. Y podemos tener también pensamientos de calma, de amor, de bondad, de compasión. Sentirnos conectados con todo y con todos.
¿Qué hace que decidamos un pensamiento a otro? El cómo y para qué queremos vivir. El propósito del Bodhisattva es la liberación de todos los seres, conectar con el sufrimiento del otro y acompañarlo en su camino para el encuentro con su felicidad. ¿Hay algo más noble? El corazón se llena de gozo, de abundancia, de plenitud. Hay menos estrés, más salud, mayor comunicación y mejores relaciones personales.
Es regalar todos los días nuestro corazón a los demás, brindar nuestra energía para el bienestar y no para la destrucción. Un Bodhisattva no se pone a pensar quién tiene que ser para agradar a los demás, simplemente es, de forma auténtica y genuina. Todos podemos ser Bodhisattvas, somos buenos por naturaleza (sí, incluso el que te cae mal). Nacemos con una semilla de iluminación, tenemos ese potencial en nuestro interior y sólo tenemos que hacerlo crecer.
Somos un jardín de flores de loto, en donde algunas son grandes, otras están creciendo en tallo y otras a penas salen del fango. No importa el crecimiento que tengan, todas las flores de loto abrirán y serán hermosas y puras. Así somos nosotros. El camino es complicado, pero no imposible. Podemos cultivar el estado mental de un Bodhisattva: sereno, alegre, compasivo, ecuánime. Mantener el propósito de que todo lo que pensemos, todo lo que digamos y hagamos no tenga otra finalidad que la de ayudar a los demás.
En el libro que ahora se conoce como “Guía para las personas que trillan el Camino del Bodhisattva”, Shantideva, un sabio y poeta de la India que vivió en el siglo VIII, dejó una serie de rezos que podemos usar como inspiración:
Me regocijo por el océano de virtud que se genera cuando se desarrolla en la mente de beneficiar a todos los seres.
Junto mis manos y oro para que esa virtud que se acumula con las buenas acciones que realizo, sirva para que sea eliminado el dolor de todas las criaturas vivientes.
Que pueda convertirme en enfermero, en doctor y en medicina para que sean curados todos los enfermos.
Que una lluvia de bendiciones aleje el dolor y la sed: y que en épocas de hambruna, pueda yo convertirme en comida que nutre y en bebida gratificante.
Sea yo tesoro en presencia de pobres e indigentes para que me tomen y me conviertan en lo que ellos necesitan.
Para los viajeros que andan el camino, sea yo un guía; para los que tengan necesidad de cruzar abismos o torrentes, sea yo puente o vado; y para los que anhelan llegar a la otra orilla, pueda yo convertirme en balsa o navío.
Lámpara quisiera ser para los que vagan en la oscuridad; isla en la que se salven los náufragos; lecho en el que reposen los que desfallecen.
Que me sea dado el don de la protección para socorrer a los débiles y pueda yo convertirme en esclavo para satisfacer el afán de poder de los ambiciosos.
Que mi mente experimente paz y que, sin importar lo que suceda, no pierda yo mi quietud interior.
Que mi alma no tenga espacios donde se guarden sentimientos dolorosos. Que sea yo como la Tierra que sustenta la vida de todos los seres.
Que mi mente permanezca estable aún en presencia de personas que cometen acciones inadecuadas.
Que los méritos que acumule con las acciones virtuosas que realice, sirvan para que haya armonía en el mundo; para que aumente la felicidad de mis hermanos; para que encuentren abundancia los que sufren privaciones; y para que la alegría ahuyente las penas de los que lloran.
Que se llenen de fortaleza y una inspiración inunde los pechos de los que han perdido la esperanza. Que sea larga mi vida y pueda yo reunir las condiciones para ayudar a que sea eliminado el sufrimiento de todos los seres.
Que haya armonía y sabiduría permanentes para que la paz y la felicidad se enseñoreen en el mundo. Que el espacio y la tierra sostengan por siempre la vida de todas las criaturas vivientes.
Con este anhelo e inspiración, te deseamos un camino lleno de felicidad y libre de sufrimiento. Que podamos todos los seres liberarnos de aquello que nos causa aflicción y convertirnos en verdaderos Bodhisattvas para los demás.